Como no podía ser de otra
manera, Andy me citó en La Fábrica. Había visto mil veces este lugar en fotos,
pero en persona me pareció incluso mejor. Las paredes cubiertas de papel de
estaño y los espejos rotos me miraban de frente y parecían no ser conscientes
de lo que habían presenciado durante algunos años. Estaba allí, sentada en uno
de los sillones de The Factory, el escenario de creación no sólo de obras
legendarias sino de performance, encuentros y fiestas que superan exponencialmente
cualquier episodio de Gandía shore.
Preparo la mesa con dos Coca
colas bien frías y enciendo la televisión porque sé que odia las entrevistas y
en una de ellas, aseguró que deberían ser conversaciones acompañadas de otras
acciones. Así que aprovecho sus palabras y dispongo el
espacio sabiendo, que a pesar de todo lo que traigo preparado, Warhol hará
alguna warholada para descolocar todo, incluso a mí.
"Te presento a mi mujer", dice
mientras se sienta en el otro extremo del sillón y deja en la mesa, justo al
lado de su Coca-cola, una grabadora Sony. Lleva el pelo algo más largo de lo
habitual y más blanco. Se le nota nervioso, quizá por ser la primera
entrevista que da después de su muerte. Eso sí, los sonidos, las muecas, los
monosílabos y la sinrazón, siguen siendo, aun en esta entrevista, el hilo musical de fondo. Y es que, quizá, todo ello es parte de su arte. Fuera como fuese,
traté de aprovechar el margen que me daban las agujas de ese reloj gigante en
forma de plátano que gobernaba una de las paredes y pregunté todo lo que pude
sin preocuparme del orden y el sentido, porque con Warhol se está muy lejos de
esas dos palabras.
Primero,
gracias por recibirme. Supongo que ahora, en el cielo o allá donde esté, sigue
igual de liado que cuando estaba aquí, en la tierra, en la fábrica.
Nunca he dejado de estar en la fábrica. En la
tierra, no sé, no me suene ese pub.
¿Pinta mucho por ahí arriba?
Lo mismo que por ahí abajo.
¿Quién
ha sido el último a quien has retratado?
Lady Di, el día que murió.
Lady Di, el día que murió.
¿Por
qué siempre pinta a personas relacionadas con la muerte? A Marilyn poco después
de morir, a Elizabeth Taylor un año antes de su muerte, a J.Kenedy cuando murió
su marido…
La verdad, me dio lástima que muriera un
presidente tan joven, guapo y sonriente. Y no, no creo en la muerte porque uno
no está presente para saber que, en efecto, ha ocurrido.
¿Y
qué me dice de sus fotografías de accidentes de coche?
El coche, qué gran invento. Ojalá fuese yo un
coche.
Si
no cree en la muerte… ¿En qué cree Andy Warhol?
Creo en las luces tenues y en los espejos
trucados.
¿Qué
opina de que Rauschenberg y Johns le hayan denominado como triplemente
homosexal: Coleccionista, gay y publicista?
La gente debe enamorarse con los ojos
cerrados. Sólo cierra los ojos. No veas, y será mágico.
No
sé si estará al tanto, pero sus cuadros han seguido convirtiéndose en iconos.
Existen miles de copias que se venden en cualquier tienda, hasta en los
rastrillos de las grandes ciudades. ¿Qué opina de esos adolescentes que los
compran y los cuelguan en sus habitaciones sin saber siquiera que son de un
señor llamado Warhol?
¿Quién es Warhol? Yo si fuera ellos los
colgaría en el armario.
Eso
le pregunto yo. ¿Quién es Andy Warhol?
Si quieres saber todo sobre Andy Warhol,
basta con ver sus pinturas y películas y allí está. No hay nada más. Además,
preferiría seguir siendo un misterio, por eso cada vez que le preguntan se
inventa una historia distinta.
¿Entonces,
es usted algo tan aburrido e interminable como el Empire State? ¿O, por el
contrario, algo vertiginoso y oculto como un BlowJob?
Ambas.
Si
usted no fuera quien es… ¿Compraría usted un Warhol? ¿Iría a ver una exposición
suya?
Sí
¿Por
qué?
Porque no tengo talento
Y
si no lo tiene, ¿Por qué tenemos que pagarle?
Porque si lo tuviera, todo me saldría muy
fácilmente y no tendría mérito.
Disney
¿Conoce
a Lady Gaga?
Sí, me gusta su pelo. La pintaré cuando suba
donde yo estoy.
Luego
le preguntaré sobre eso, pero ahora dime, ¿por qué tanta repetición en sus
obras?
Mi infancia fue dura. ¿A usted le gusta el
tomate?
Me
gusta. ¿Y a usted?
Este sillón me ha dado muy buenos momentos…
Andy…
no se vaya por las ramas que conozco su Zombie Journalism. ¿No ve que desde que
falleció no se ha parado de investigar sobre usted? ¿Sabe que hay cientos de
biografías suyas y tesis enteras sobre sus entrevistas?
-
Creo que me he dejado la luz del baño
encendida.
Estoy
siendo una víctima del Zombie Journalism, ¿verdad?
-
Estoy siendo una víctima del Zombie Journalism
¿verdad?
¿Por
qué repite las preguntas y contesta con “sís” y con “nos” de forma aleatoria
Andy?
-
Porque no me gusta buscar las respuestas.
¿Por qué no me dice usted lo que tengo que contestar? Sería mucho mejor…
Porque
no sé lo que usted quiere decir…
-
Yo
tampoco.
Usted
dijo en una entrevista que es alguien profundamente superficial y con una
enfermedad que le obligaba a salir todas las noches. Pero permítame enseñarle
algunos comentarios sobre usted, de algunos conocidos suyos.
Truman
escribió en Música para camaleones: «Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy
homosexual. Soy un genio». ¿Se siente identificado?
-
Sin duda.
Por
otro lado, Wayne Koestenbaum le describía en En el posfacio de I’ll Be your
Mirror como alguien “parecido a esos cantantes de standards que deforman la
canción hasta volverla irreconocible pero, aun así, fiel”, o uno de esos
“idiotas de pueblo con toques de genialidad oracular”. ¿Está de acuerdo? ¿Qué
opina?
-
Me gusta lo de idiota de pueblo.
-
Ya llevamos 15 minutos, por cierto, creo que
deberíamos ir terminando.
Sí
Andy, solo una pregunta más. ¿Qué sintió al morir? ¿Piensa que fue demasiado
pronto?
-
Morir es lo más embarazoso que le puede pasar
a alguien. Pensé que era demasiado estúpido y normal morir en un hospital, pero
me gustaba la idea de repetir lo que ya se ha repetido millones de veces. Fue
como una versión más de mis cuadros. Lo malo es que Kennedy me robó todas las
portadas y no pude guardar ninguna a modo de recuerdo.
Y…
¿Cómo es el cielo Andy? ¿Tiene un estilo pop art o es más tirando a clásico?
-
¿El hielo?
-
No, el cielo, con ce.
-
El hielo, con hache.
Y así, casi tan serio como
llegó, se desvaneció entre las paredes plateadas, con su esposa de la mano,
dejando allí la coca-cola, la televisión de fondo y una periodista algo
perdida, embriagada y con ganas de encontrarse de nuevo, allá donde estuviera,
con aquel loco, que como todos los locos de la historia, roza con sus dedos la
línea de la genialidad.
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