Como cada año desde 1988 y coincidiendo con
el día de la Shoá (Holocausto en hebreo), miles de jóvenes judíos de más de 52
países han recorrido tres kilómetros que separan dos infiernos. Auschwitz y Birkenau.
Se trata de ‘La marcha de los vivos’, un
recorrido en memoria de las víctimas del holocausto que parte desde la
mentirosa verja que anunciaba aquello de Arbeit macht frei (el
trabajo os hará libres), hasta la puerta del inmenso y verdadero campo de
exterminio Birkenau.
Tres kilómetros llenos de silencio y de banderas azules y
blancas que ondean llenas de preguntas sin respuesta. El mismo camino que
hicieron en un pasado no muy lejano más de un millón de hombres, mujeres y niños.
Allí, en Birkenau, a pocos metros de la única cámara de
gas que queda más o menos en pie, ha tenido lugar el recuerdo a las víctimas.
Un evento que nace para no olvidar y con la esperanza de aprender del pasado y no repetir las atrocidades en un futuro. Como dijo el poeta y filósofo Jorge Agustín Nicolás
Ruiz de Santayana “Aquel que no
recuerda la historia, está condenado a vivirla de nuevo”
Varios familiares de las han dado su testimonio y
seis supervivientes han encendido seis antorchas que simbolizan a los seis
millones de judíos masacrados por los Nazis. Ellos son Robert Tomashof, Lonia
Rozenhoch, Haim Gruzbein, Yoshúa Fried, Yosef Labie y Sara Kein, y estas son
sus historias.
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