"Quien salva una vida salva al mundo entero", Talmud.
Dan igual los años, los meses o los días que hayan pasado
desde que uno visita Auschwitz, lo que allí se ve y lo que allí se siente, no
se olvida.
Odio recurrir a frases como ésta, pero parece que fue
ayer el día que pisé por primera vez Oswiecim
que en alemán se tradujo como Auschwitz. Recuerdo el autobús, aparcando en
aquella explanada a la que no dejaban de llegar autobuses con personas de todos
los rincones del mundo. Era parecido a cualquier parking de cualquier parque
temático. Cada uno con su mochila, su bocata (que luego pocos se atreverían a comer después de lo que allí se ve y se escucha), su botella de agua y preparados
para un día de excursión organizada y previamente pagada.
Es curioso como lo que fuera parece la
entrada a cualquier urbanización, va tomando “forma” a medida que se avanza en
la visita y va convirtiéndose en un infierno que se quedó en la tierra.
Puede que muchos vayan para presumir de haber
estado en el campo de concentración más famoso de la historia, otros por subir
a Facebook un selfie en esas vías de tren tan famosas o que otros, pasen por la
cámara de gas como pasa Pedro por su casa (siento la crudeza, pero os aseguro
que en muchos casos es así), pero muchos otros hemos podido imaginar y sentir
allí, una pequeñísima parte del horror que allí vivieron más de un millón de
personas hace tan solo 70 años.
El hecho de llevar unos cascos para
escuchar al guía, ver a los demás grupos entrando en otros barracones, las cámaras
de fotos disparando como locas y un abrigo de plumas que te mantiene bien
calentito ante el frío gélido de Polonia, hace que la visita sea precisamente
eso: una visita.
Sin embargo, la tercera vez que fui a
Auschwitz, como ya me sabía la guía de memoria, hice un experimento. Cuando dejé la
puerta principal con su mensaje escondido a mi espalda y me encontraba en medio de dos barracones, cerca del
lugar de la orquesta del campo, me quité los cascos. No se escuchaba nada. Un
inmenso silencio cubría todo el campo de concentración. Solo las pisadas de los
turistas se oían a lo lejos. Era aterrador. Fue ahí, cuando, a pesar de todas esas cosas que convertían aquello en esa "visita", comprendí, un poco
más, lo que significaba pisar ese suelo. El mismo que habían pisado mujeres y
niños que ya no están. Por el que se habían arrastrado miles de hombres y sobre
el que habían muerto por el simple hecho de ser algo que, en ocasiones, ni
ellos eligieron.
Hoy se cumplen 70 años de la liberación del campo, de la liberación
de ese infierno que vivió para matar. Hoy hace 70 años que miles de personas
volvieron a nacer. 70 años de la pesadilla de la que muchos no han podido
despertar.
Como dijo el poeta
y filósofo Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana “Aquel que no recuerda la
historia, está condenado a vivirla de nuevo” Ojalá no olvidemos y ojalá no
tengamos que vivir nada parecido.
Más fotografías aquí. "Auschwitz Birkenau, La industria de la muerte"
Que tal Patricia, por azar conocí tus videos en YouTube, en dos semanas estaré de visita en Cracovia, y me gustaría saber qué me recomiendas para ir a Auschwitz (tren, bus, visita guiada, etc).
ResponderEliminarMe gustan muchos los pocos videos que has subido, me divierten mucho. Gracias a ellos ya llevo una lista de dónde comer barato en Cracovia.
Saludos
Jorge (un mexicano-canadiense que vive en Francia)
Hola Jorge! Mil gracias por ver los vídeos y por cotillear el blog. :)
ResponderEliminarEn breve haré un vídeo explicando lo de Auschwitz y algunas cosillas más que me habéis pedido, así que en cuanto lo tenga te aviso. Disfruta de Cracovia el tiempo que vayas y dale saludos de mi parte, dile que en cuanto ahorra y en cuanto pueda... me escapo a verla! :D Un saludo y ya me contarás que tal los restaurantes. Hasta pronto Jorge!