sábado, 2 de julio de 2011

Aquello que un día me salvó...

Jorge Bucay, uno de mis autores preferidos, que conocí por casualidad en una “feria del libro” en el precioso retiro, no sé qué año. 

Jorge es psicodramatista, terapeuta gestáltico y graduado en Medicina. Y por todo ello es un placer leer sus libros. Dan paz y hacen que te sientas comprendido. No llegan a ser libros de autoayuda, pero consiguen que al cerrarlos te sientas mucho mejor.

Y hoy, de nuevo por casualidad, llegó a mí un cuento de él que no había escuchado nunca. 

Imagínate que vas por una selva. Te encuentras un río y tienes que seguir tu camino. Es profundo y no puedes continuar. No hay un puente, ni un barco… y entonces, durante días, semanas e incluso meses, te dedicas a construir un bote que te permita cruzarlo. Y lo haces. Y estás contento contigo al otro lado del río porque construiste un bote que te permitió seguir. Y piensas: Quizás haya otro río y me pueda evitar el trabajo de seguir construyendo más botes. Y entonces intentas cargar con el por la selva, pero es tan difícil y tan complicado…tropiezo con cada rama y me engancho con cada liana. Es imposible. Pero resisto. No quiero dejar este bote después de todo. Ha sido tan útil para mí. Sin embargo, esto que un día me salvó, este bote que un día representó la posibilidad de seguir, hoy, es mi mayor impedimento. 

Al terminar de leerlo, como siempre, quedé no solo con la boca  abierta, sino con el corazón de par en par. Como si al escucharlo, se hubiese sentido tan relajado que se dejó llevar. Entendí cada frase como si fuese mía. Adentró cada palabra tan honda, que pasadas las horas, seguí pensando en el cuento. 

Me hizo reflexionar. Me hizo ver que algo que nos dio la vida, puede convertirse en algo que ya no necesitamos para vivir. Que nos da miedo no tenerlo, por si posteriormente lo necesitamos, pero hay que rozar el riesgo y ser valientes. Y confiar en uno mismo, para saber que si necesita otro bote, podrá construirlo, como lo hizo la primera vez.

Jorge Bucay, de nuevo, consiguió emocionarme.


1 comentario:

  1. Nos aferramos a menudo a cosas que en lugar de ayudarnos a despegar nos mantienen agarrados al suelo. Los cambios dan mucho miedo. Es importante tener buenos amigos que sepan ver desde fuera nuestros errores. Ojalá todos tuvieramos uno de ellos.
    Un fuerte abrazo!

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