Jorge Bucay, uno de mis autores preferidos, que conocí por
casualidad en una “feria del libro” en el precioso retiro, no sé qué año.
Jorge es psicodramatista, terapeuta gestáltico y graduado en
Medicina. Y por todo ello es un placer leer sus libros. Dan paz y hacen que te
sientas comprendido. No llegan a ser libros de autoayuda, pero consiguen que al
cerrarlos te sientas mucho mejor.
Y hoy, de nuevo por casualidad, llegó a mí un cuento de él que no
había escuchado nunca.
Imagínate que vas por una selva. Te encuentras un río y tienes que seguir
tu camino. Es profundo y no puedes continuar. No hay un puente, ni un barco… y
entonces, durante días, semanas e incluso meses, te dedicas a construir un bote
que te permita cruzarlo. Y lo haces. Y estás contento contigo al otro lado del
río porque construiste un bote que te permitió seguir. Y piensas: Quizás haya
otro río y me pueda evitar el trabajo de seguir construyendo más botes. Y
entonces intentas cargar con el por la selva, pero es tan difícil y tan
complicado…tropiezo con cada rama y me engancho con cada liana. Es imposible.
Pero resisto. No quiero dejar este bote después de todo. Ha sido tan útil para
mí. Sin embargo, esto que un día me salvó, este bote que un día representó la
posibilidad de seguir, hoy, es mi mayor impedimento.
Al terminar de leerlo, como siempre, quedé no solo con la boca abierta, sino con el corazón de par en par.
Como si al escucharlo, se hubiese sentido tan relajado que se dejó llevar.
Entendí cada frase como si fuese mía. Adentró cada palabra tan honda, que
pasadas las horas, seguí pensando en el cuento.
Me hizo reflexionar. Me hizo ver que algo que nos dio la vida,
puede convertirse en algo que ya no necesitamos para vivir. Que nos da miedo no
tenerlo, por si posteriormente lo necesitamos, pero hay que rozar el riesgo y
ser valientes. Y confiar en uno mismo, para saber que si necesita otro bote,
podrá construirlo, como lo hizo la primera vez.
Jorge Bucay, de nuevo, consiguió emocionarme.
Nos aferramos a menudo a cosas que en lugar de ayudarnos a despegar nos mantienen agarrados al suelo. Los cambios dan mucho miedo. Es importante tener buenos amigos que sepan ver desde fuera nuestros errores. Ojalá todos tuvieramos uno de ellos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!