Sitúate. Un ático en plena Gran Vía. Piso 27. Todo Madrid a tus pies. No puede esconder ninguna
de sus calles. Es un Madrid desnudo, con distintas historias recorriéndole.
Diferentes motivos reúnen allí, en ese preciso instante, a distinas gentes.
Trabajo, encuentros, turismo o mero placer.
En el ático, una pequeña habitación acristalada por donde el sol entra sin avisar, dando una perfecta claridad a la estancia. Hay un suave perfume a jazmín mezclado con el olor a café recién hecho. Las cortinas son finas, azul claras, casi blancas y dejan al viento que juegue con ellas.
Cerca de la ventana hay una planta. Verde. De un verde muy vivo, con hojas grandes y llenas de vida. Está sobre una maceta blanca, alta, que permite que los rayos la iluminen todo el día.
En el lado opuesto de la ventana, hay una librería que ocupa toda la pared frontal. Es una estantería de madera antigua donde reposan los más grandes de la literatura universal. En el estante más alto, descansan los versos de Neruda o Quevedo y a medida que los estantes se acercan al suelo, los autores van avanzando en siglos; Saramago, Zafón…
Entre la estantería y el vental queda una pared. En ella hay un cuadro. Es una fotografía tomada desde ese mismo ático muchos años antes. Se ve el Madrid antiguo de los 50, con tranvías cruzando las calles con el mismo trazo perpendicular que siempre, el ensanche hecho con regla en mano, e incluso algunos cafés que aún perduran.
Es el mismo cielo, más grisáceo quizá, con las mismas nubes reflejadas en las mismas fuentes y accidentado por los tejados de los altos gigantes de la ciudad.
Una imagen preciosa. Pero queda algo. Pegado al ventanal, hay un piano. Un Petrof ruso, de ébano, cola negra con pedales plateados y las cuerdas a la vista de madera más clara. En él, hay unas partituras colocadas cuidadosamente donde se puede leer: “Debussy”.
Ya es pues, una imagen perfecta. Mis pasiones unidas en una misma habitación cerca del cielo de Madrid.
Que increíble es nuestra ciudad :)
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