Cuando se bajan las escaleras hacia cualquier concierto de Cómplices de Mahou, la primera norma está clara: nada de móviles. Pero cuando Zahara sale al escenario y habla con el público como si estuviera en el salón de su casa, algún que otro rebelde saca el Iphone para inmortalizar el momento.
Es
ella, la de Úbeda, la que inaugura el concierto. Lo hace rompiendo el no
silencio de la sala con esa voz que parece de terciopelo. Pero su soledad en el escenario no duró mucho, sólo una canción, Int noche.
Después,
tuvo que hacer hueco a la banda y al anfitrión del cartel, Iván Ferreiro. El de
Los Piratas llegó sin muchas ganas de charlar, así que cogió el micro, se sentó
al piano e hizo lo que mejor sabe hacer, cantar. Y en pocos acordes, él y ella
se convirtieron en Leñador y la mujer América. Y el leñador, con gafas de pasta
negra, sacó una chuleta antes de cantar Tristeza y hacer de la noche una noche
mágica porque confesó que “hace años no recuerdo ni mis propias letras, por eso
ahora tengo que llevar todo apuntado. Dicen que es bueno para el alzhéimer”.
Antes de seguir, bromeó, muy seriamente, sobre no tocar Turnedo. “Ya os aviso” decía sin reírse. Y mientras, volvía a posar los dedos sobre el piano para tocar la suya, su preferida, Ciudadano A. Siguieron con El equilibrio es imposible, esta vez con la voz de Zahara como acompañante y con caras tristes solo en la letra de la canción, ninguna presente en aquella sala.
Tampoco en el escenario, que, como dos viejos amigos que actúan, de nuevo, en el salón de su casa y rodeados
de amigos, María e Iván se abrazaban, se besaban y bromeaban después de cada interpretación.

Y después del Deshielo y la guerra entre Alien vs Predator,
era el turno del público, de los amigos de aquel salón. Al gallego no se le vio
por la labor de contestar a muchas preguntas, de hecho, soltó alguna perla como
“estoy hasta la polla de todo, pero me gusta la cerveza y por eso he venido”. Pero
Zahara, atenta y sonriente como siempre, le echó un cable y le puso a la ronda
de preguntas el toque de humor que le faltaba.
Tomó las riendas (y las cuerdas de la guitarra) y se bajó del escenario para cantar entre la gente y en acústico su mítica canción ‘Olor a mandarinas’. Y es que a la de Jaén no le hacen falta micros para emocionar al personal, ella solita se basta.
Al
final, tras todo pronóstico, el pirata cedió y regaló a los que le disfrutaban el momento que todos
esperaban e imaginaban desde casa. Turnedo en directo, escuchado a pocos metros
de la boca del compositor. Eso sí, no fue el Turnedo de siempre y la banda, con
un sutil juego de acordes, vistió al tema de Calamaro y de Rolling Stones y
sonó a Flaca y a Rock and roll, and We like it.
Demasiada buena poesía para tan pequeño escenario. Era hora de acabar. Un
aplauso lleno de gracias anunciaba el adiós. Un par de fotos rápidas para subir a Facebook cuando el móvil vuelva a funcionar. Un último sorbo al tercio y... hasta ahí. Hasta los próximos Cómplices de Mahou.
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