Es curioso ver como algo de lo que hace unos años apenas se hablaba o
incluso era una osadía hablar, es hoy el tema de mi trabajo de fin de grado.
Por ello, no vi mejor elección que ésta para mi trabajo final.
El arte urbano
ha pasado de ser un tabú a ser el protagonista de muchas revistas de arte, a
aparecer en las páginas de los grandes periódicos y a salir en las noticias del
mediodía en nuestros televisores. Libros, exposiciones, festivales y artículos
son hoy el pan de cada día de este arte. Ha pasado de tener una agenda que se
escondía de las autoridades a un calendario lleno de actividades promovidas por
organizaciones públicas. Ha pasado por fin, al medio en el que nació. Al
espacio público.
Todo comenzó hace 4 años, cuando al salir de clase bajé a la cafetería a
tomar un café y un pincho de tortilla. Sentada en una mesa de las que le faltan
sillas y tienen el cerco del café ya tatuado en la madera, me senté a echar un
vistazo a twitter y ver qué estaba pasando en el mundo. Después de bajar un par
de veces el TL, vi que La Casa encendida, (centro social y cultural de Caja
Madrid) anunciaba que en un par de horas comenzaría el safari de arte urbano y
posteriormente la charla con dos artistas, un periodista y dos expertos del
tema.
Nunca había asistido a nada igual, así que ya que esa tarde no tenía
inforadio me escapé hacia el metro dirección Embajadores.
Llegué e inmediatamente después de cruzar la puerta, ya me llevé la
primera sorpresa de la tarde. El grupo de gente que estaba esperando para realizar el
safari no era la gente que esperaba ver en un safari urbano. Mujeres y hombres
de 30, 40 y 50 años esperaban en las escaleras a Guillermo, el guía de éste
safari. Solo yo y tres o cuatro más rondábamos la veintena.
Resultó ser una obra de un artista llamado Borondo, un nombre que no
había oído nunca antes, pero que desde ese día descubrí que era uno de los
artistas urbanos más conocidos a nivel nacional.
No sé cómo ni porqué, pero cada obra que nos mostraron me parecía más y
más interesante que la anterior. Barrotes de un parking que se convertían en
una gama cromática, sombras artificiales que burlaban la atención del
viandante, rostros pegados a la pared como vigilando las calles… He aquí mi
segunda sorpresa; El arte urbano no solo consistía en muros pintados o paredes
con firmas. No. Eso era graffiti. El arte urbano iba mucho más allá y aquel día
lo descubrimos.
Quería saber quién era esa gente, qué habían estudiado, por qué hacían
aquello, qué les llevó a empezar con eso del arte urbano y por qué la calle y no
el óleo y el pincel.
Al terminar el safari nos dirigimos de nuevo a La Casa Encendida donde
especialistas del mundo del arte urbano nos esperaban para responder a todas las
preguntas que hubieran surgido a lo largo del paseo.
La mesa estaba compuesta por; Fernando Figueroa, Doctor en Historia del
Arte por la UCM, Javier Abarca, artista e investigador y profesor de arte
urbano en la UCM, Nuria Mora y Sue, artistas urbanos y finalmente Mario Suárez,
periodista y moderador de la mesa.
Fueron 2 horas y media de mesa redonda donde las preguntas, las reflexiones y
las respuestas se sucedían con diferentes puntos de vista. Desde el del
artista, al experto, del defensor del arte al defensor de la ilegalidad del
graffiti. Debates y discusiones que
encendieron en mí un inmenso interés repentino que dura hasta la fecha.
Un plan improvisado que decidí en dos minutos en la cafetería de
periodismo, y que terminó convirtiéndose en mi afición, mi tema de
investigación y mi nueva especialidad periodística.
Y ahora, con algo más de conocimiento sobre el tema, estoy ansiosa de
contar al mundo lo interesante, bello y complejo que es en realidad el arte
urbano.