Es como meter un trozo de sandía en un plato de lentejas; una mezcla, cuanto menos rara. Así ha sido el resultado de meter el Público en un teatro como el Teatro Real de Madrid. Por separado, deliciosos, pero juntos, no terminan de hacer buenas migas.
Ha
sido, quizá, esa mezcla extraña la que ha hecho que se creen dos bandos
antagónicos alrededor de la obra más surrealista de Lorca. Por un lado, los
amantes del resultado final de esta atrevida decisión de llevar a la ópera un
texto tan complicado con una escenografía tan arriesgada, y por otro, los que
esperaban ver lo habitual sobre el escenario del Real.